miércoles, 14 de enero de 2009

Ángeles sin alas



Para Arturo, para Sebastián

Este rito terrible
que es dormir de noche

(y ángeles deambulan por los sueños)

Dormir oscuro
estrellas y lunas

(ángeles que yacen en las planchas)

tremenda sensación de cuerpo opaco
cubierto de gasa
lleno de arañas
de todo ese terror que es el no verse

(la distancia nunca es tanta
Además el terror se encuentra
aquí en nuestras manos:
no hay distancia que valga la pena mencionarse)

Ni en sueños

La palabra se ahueca en esas ceremonias nocturnas
de cerrar los ojos
y dando un portazo
irnos apegar carteles a las nubes
Irnos a fraguar contiendas con ojos cerrados
A pelear con ángeles de ojos abiertos
A quitarles rangos a los angelitos
A enseñarles su defensa
A decirles qué no es justo
y qué es lo que en verdad merecen
A hablarles de todos los infiernos
los terrestres
A quitarles su aureolita
y, girando con gracia, arrebatarles el arpa
A pretender, sobornando al de las llaves
contrabandearles armas
a enseñarles a tirar en selvas de nubes y de santos
A mostrarles cómo caen los que traicionan

(como piedras caen
se derrumban como fardos
con la bala del desprecio
o del rencor y de la lástima
incrustada entre las cejas)

Todo este rito, estas danzas en la noche
enturbian el ánimo
Y dormimos
Y soñamos

(desparramamos cantos, alabanzas
nos postramos, ofrecemos víctimas
bebemos la sangre…)

Y nos vamos a contarles cuentos revolucionarios

(algo como que las once mil vírgenes de siempre
fueron raptadas por la burguesía
y etcétera)


Y vamos y ponemos en las angelicales
alas
dinamita
La mecha la encendemos
para que nuestros niños tengan almohadones

(y esto a propósito de sueños, solamente)


Contentos, llenos de gozo diabólico
alborozados, comiéndonos las uñas
con las cuerdas del arpa colgamos a los querubines
y todas las flechitas
con las que Cupido envía telenovelas por entregas
las mandamos a las oficinas
a los periodistas
a las presidencias
Flechas que caen y desinflan piscinas
barrigas de gordos negociantes
Caen hasta los campos
donde los grandes señores caminan y juegan
que juegan golf

(y los ángeles llegan y recogen pelotitas
las convierten en granadas
y las lanzan hasta el cielo)


Este rito nocturno
congela la sangre

(sangre coagulada en la garganta
de los ángeles del anfiteatro)

Y nos abrimos paso a puñetazos
entre el sueño
quitamos de la cara el algodón divino
y despertamos en un día lleno de sudor y de rutina

Una rutina con ángeles sin alas
una rutina de máquinas que nos traspasan
de hombres y traidores que nos tragan

(y no caen ni como fardos
ni como piedras caen)

Este rito diario del estar despiertos nos digiere
y nos escupe
o nos vomita
en pleno asfalto
entre horarios y camiones
entre turnos y relojes y bocinas

(Y entonces a los angelitos
terminamos por verlos
solamente
en los periódicos

-sobre una plancha
en un anfiteatro
escurriendo sangre
por los poros
y lágrimas por las heridas
del olvido…)
.

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