martes, 6 de enero de 2009

La contrapartida

Es muy fácil así con una hoja blanca y limpia.
Es muy cómodo también hacerlo con el lápiz nuevecito
y empuntado y nuestro.

No es muy fácil, sin embargo, marcharse con los ojos estampados
en los últimos deseos y alguna que otra última esperanza.
(ni con la piyama puesta encima de los pantalones)

Como tú te fuiste no es muy fácil.
La incomodidad llega antes que la muerte
y antes llegan los bostezos y la cama.

Fueron lágrimas y no miradas
y lo fueron las pisadas bajo pantalones.
(No lo otro, no lo otro…)

No, que no digan ahora que los manzanares se pusieron negros
(o que las alamedas se anegaron de paciencia)
tampoco digan que el estiércol se lo come el trébol
y la suerte lo vomita.

Porque son de los que dicen que la última oportunidad
la pierdes
al cortarte –ellos- la cabeza.

Una muerte y no miradas
una muerte y no pisadas
una muerte y no es muy fácil
ni decirlo ni comerlo.
Lo quiso decir que aquello no era la justicia
que no era la verdad ni la sonrisa
que lo blanco no era blanco por sus ojos
que el sabor era de sangre y no de vino.

Es muy fácil acallar la lengua.
Y se trata de acallar conciencias.
Primero son los golpes.
Después viene la muerte.

Y supongo que se parte incómodo
se parte de partir, de irse, de marcharse (incómodo).

Se hablaba de una dama pálida y de fríos
y ahora sabemos que se muere fácil
que se parte incómodo
y que tú
amigo
difícilmente vuelves…
.

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